Putin alcanza el poder absoluto en unas elecciones denunciadas como una farsa por el mundo

No había duda posible. Pero el resultado comunicado por Moscú es todavía más escandaloso de lo previsto: Vladimir Putin fue nuevamente elegido para un quinto mandato por 87,97% de los votos en las elecciones presidenciales de este fin de semana. Después de un cuarto de siglo en el poder, el autócrata ruso podrá ahora seguir al frente del país por seis años más, con las manos libres para acelerar la guerra en Ucrania y seguir aplastando toda disidencia.

Poco después, ovacionado por sus seguidores, Putin agradeció “a todos los rusos que se movilizaron para votar”, prometiendo que su victoria permitirá “a Rusia ser más fuerte y más eficaz”.

“Estoy seguro de que todos los planes serán realizados y los objetivos alcanzados”, afirmó.

El presidente ruso dijo también que su país no se dejará “intimidar” ni aplastar” por la presiones internacionales.

“Jamás nadie ha logrado hacer algo así en la historia. Eso no ha funcionado hoy y no funcionará en el futuro. Nunca”, dijo en su aparición televisiva.

Los resultados, dados a conocer poco después de las 18 (hora de Moscú) tras el cierre de las oficinas de voto del enclave de Kaliningrado, no planteaban ninguna duda. Por empezar, porque Putin se presentaba frente a otros tres candidatos escogidos por el Kremlin y sin ninguna envergadura.

Así, en segundo lugar quedó el candidato del Partido Comunista, Nikolai Kharitonov (4,6%); en tercer lugar Vladislav Davankov, del Partido Nuevas Personas (4,2%); y el cuarto puesto fue para el líder del Partido Demócrata-Liberal de Rusia, Leonid Slouski (3%).

Según los organismos oficiales, la participación se elevó a 74,22 %, un récord, la tasa de participación más alta en la historia de la Federación de Rusia.

“Rusia eligió”, se felicitó la jefa de la Comisión Electoral rusa, Ella Pamfilova, al anunciar la cifra. Por su parte, la televisión estatal no olvidó los superlativos para calificar el éxito de Putin: “Apoyo colosal”, “Consolidación increíble”.

En estos comicios cantados de antemano los detractores del régimen que controla el país desde hace 24 años, no tuvieron posibilidad de oponerse a la aplanadora de la propaganda y la represión. Los escasos gestos de protesta que intentaron, quedaron opacados por la popularidad bien real del jefe del Kremlin, cuyo objetivo principal fue mostrar al mundo la unidad absoluta de su país.

La movilización opositora se llevó a cabo sin violencia. Pero la ONG OVD-Info, especializada en el seguimiento de la represión, anunció que por lo menos 74 personas fueron detenidas en Rusia por diversas formas de protesta. Los arrestos se produjeron sobre todo en Moscú y en Kazan, en el centro del país. OVD-Info precisó, sin embargo, que en las próximas horas podría verse obligada a corregir esas cifras, a medida que reciba más información.Vladimir Putin obtuvo el 88 por ciento de los primeros votos contados en las elecciones presidenciales de Rusia, dijo el jefe de la comisión electoral de Rusia – Créditos: @STRINGER

Los anti-Putin fueron mucho más numerosos en el exterior, donde largas colas de votantes contra el régimen se presentaron frente a las embajadas rusas de las capitales europeas.

¿Se puede creer en las cifras publicadas por el régimen ruso? “¡Naturalmente que no!”, responde Anna Colin Lebvedev, politóloga especialista en sociedades post-soviéticas en la Universidad Paris Nanterre.

“El régimen no tiene casi necesidad de falsificar boletas. Todo está decidido de antemano mediante técnicas electrónicas de voto a distancia. Y, obviamente, gracias al control de la población. No olvidemos que las urnas eran transparentes y las boletas no podían plegarse ni ensobrarse. Había que introducirlas abiertas. Para que todos vieran por quién se votó”, dice.

Entonces, ¿para qué organizar elecciones?

“Porque estas elecciones autoritarias son muy importante para el poder político ruso, que las necesita para afirmar su legitimidad ante todas las pequeñas élites, los pequeños notables locales y las personas que participan den el círculo del poder. Para que se convenzan de que el régimen es poderoso, que todo está bajo control y que ninguna disensión es posible”, explica.

“Los porcentajes inventados por Putin no tienen nada que ver con la realidad. Ni siquiera vale la pena hablar”, reaccionó en X Leonid Volkov, ex mano derecho en el exilio de Navalny.La gente deposita flores en la tumba del fallecido líder de la oposición rusa Alexei Navalny el día de las elecciones presidenciales de Rusia en Moscú el 17 de marzo de 2024 – Créditos: @NATALIA KOLESNIKOVA

A los 71 años, con la oposición diezmada durante años por una represión que se aceleró a partir de la guerra en Ucrania y concluyó con la misteriosa muerte de Navalny, Vladimir Putin acaba de alcanzar una de sus mayores ambiciones: el poder absoluto.

Una realidad que su gran enemigo, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky fue el primero en destacar apenas conocidos los primeros resultados: “Vladimir Putin está ebrio de poder. Hace todo lo posible para reinar eternamente”, declaró, estimando que estas elecciones rusas no tienen “ninguna legitimidad”.

La misma reacción se registró a través del mundo occidental, cuyas capitales pusieron particular acento en denunciar la organización de elecciones forzadas en los territorios ucranianos ocupados por Rusia.

Así lo afirmó el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres quien, en una declaración condenó “los esfuerzos de la Federación de Rusia de organizar su elección presidencial en las regiones ocupadas de Ucrania”. Guterres recordó además que “la tentativa ilegal de anexión de territorios de Ucrania no tiene validez en términos de derecho internacional”.

Frente a un Consejo de Seguridad paralizado por el veto ruso, la Asamblea General ocupó el espacio, condenando en varias ocasiones la invasión rusa a Ucrania. En octubre de 2022, condenó las “anexiones ilegales” de las provincias ucranianas de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Kherson, después de “pretendidos referéndums ilegales”, afirmando asimismo que los mismos no tenían “ninguna validez” ante el derecho internacional.