Para Jude Law, su atractivo físico ha sido una bendición tanto como una maldición. Por una parte, le abrió las puertas del cine al permitirle interpretar personajes como el de Dicke en ‘El talento de Mr. Ripley’ o el del seductor protagonista en ‘Alfie’, pero también supuso un lastre a la hora de ganarse el respeto de la crítica como ‘actor serio’.
Él era muy consciente, y al principio de su carrera intentaba evitar papeles que trataran de explotar su innegable belleza, pero ahora se arrepiente de no haber sacado el máximo partido sin ningún tipo de vergüenza.
«Nunca me sentí realmente inclinado a hacer el papel de guapo, pero había papeles que requerían una energía atractiva», ha reconocido en declaraciones a la revista DuJour. «A los 20 años intentaba luchar contra mi aspecto, y ahora que estoy flácido y calvo, ojalá hubiera jugado a favor».
Puede que él se vea ‘viejo’, pero casi nadie comparte su opinión. Desde que cumplió los cuarentaitantos, dos de sus papeles más famosos han ido acompañados del apelativo ‘joven’ -la serie ‘The Young Pope’ y las películas de ‘animales fantásticos y dónde encontrarlos’- y han venido a demostrar que él puede dotar de sex appeal a cualquier hombre, da igual que sea el líder de la iglesia católica o el director de la escuela de magia Hogwarts.
En cualquier caso, el británico siempre ha huido de los proyecyos que requerían un tipo de atractivo demasiado obvio porque resultaba muy satisfastorio no tener que encender ese «interruptor» para enamorar al público. Eso queda más que claro en su nueva película ‘Firebrand’, donde da vida al rey Enrique VIII durante su último matrimonio con Catalina Parr.
Jude Law trabajó muy duro para familiarizarse con el tamaño y el pelo del monarca, e incluso encargó un perfume para emular el olor que desprendía en su vejez debido a las úlceras que tenía en las piernas.
«Todas las mañanas me llevaba mucho tiempo ponerme este enorme y pesado traje, y me quedaba con él puesto el resto del día. Podía haber ensayado en vaqueros y camiseta, sí, pero luego me ponía ese traje enorme y me daba cuenta de que iba a tirar al suelo a todo el mundo cuando intentara moverme».